¿Por qué los niños muerden sus lápices en clase? Guía práctica para comprender y ayudar desde casa y la escuela

Morder lápices en clase: ¿qué significa?

Es común que muchos padres reciban el comentario en reuniones escolares: “Su hijo muerde mucho los lápices en clase”. También lo ven en casa: lápices mordisqueados, gomas deshechas, mangas húmedas. Y aunque puede parecer un simple hábito nervioso o una costumbre sin importancia, la realidad es que estas conductas muchas veces son la forma en que los niños expresan lo que no logran poner en palabras: ansiedad, tensión, aburrimiento o necesidad de calmarse.

1. ¿Por qué los niños muerden sus lápices?

Cuando trabajas con niños, descubres que muchas conductas, aparentemente simples, tienen un fondo emocional importante. Tomás, de 7 años, empezó a morder con fuerza sus lápices cada vez que tenía que hacer operaciones matemáticas. Descubrimos que lo hacía porque sentía mucha presión interna al no entender el contenido. Morder era su forma de calmarse, de “hacer algo” cuando no podía pedir ayuda.

Esta conducta oral repetitiva funciona como una manera de autorregulación. Los niños, sin herramientas más sofisticadas para expresar lo que sienten, recurren a su cuerpo. Morder el lápiz los ayuda a canalizar tensión, frustración o aburrimiento.


2. Relación entre el estrés escolar y las conductas orales repetitivas

El aula puede ser un entorno abrumador para algunos niños: tareas exigentes, expectativas altas, ruidos, interacciones sociales difíciles. Todo eso puede provocar ansiedad.

Clara, una niña de 9 años, se mordía los lápices de forma intensa justo antes de que la profesora la llamara a leer en voz alta. Su temor no era la lectura en sí, sino equivocarse delante de sus compañeros. Esta conducta, aparentemente sin sentido, era una forma de calmar su sistema nervioso activado por la ansiedad.

El estrés escolar puede dar lugar a hábitos nerviosos, y entre ellos, morder lápices es uno de los más comunes.


3. ¿Cuándo preocuparnos? Señales de alerta

Hay que prestar atención si esta conducta:

  • Aparece varias veces al día

  • Se mantiene por semanas o meses sin variar

  • Genera daño físico (encías heridas, lápices rotos a diario)

  • Se presenta junto a otras señales: dificultad para dormir, tristeza frecuente, retraimiento

Samuel, un niño de 8 años, mordía sus lápices con tanta fuerza que llegó a astillarse un diente. Su malestar aumentaba especialmente los lunes. Observando su comportamiento en casa, su madre notó que los domingos por la noche lloraba o decía que no quería ir a clases. Era una forma de decir «no me siento seguro».


4. Trastornos del neurodesarrollo y conductas orales: TDAH, TEA, ansiedad

Sin hacer diagnósticos ni etiquetar, podemos entender que hay niños que presentan más conductas repetitivas o sensoriales por su perfil emocional o atencional. En casos como el TDAH o la ansiedad infantil, morder cosas puede ser una vía de descarga sensorial.

Laura, de 6 años, mordía su buzo y sus lápices al punto de dejarlos mojados. Le costaba quedarse quieta, le molestaban los ruidos y se frustraba con facilidad. No necesitó un diagnóstico para entender que necesitaba estímulos calmantes, estructura y rutinas claras para sentirse bien.


5. Abordaje desde la Terapia Cognitivo Conductual (TCC)

Desde un enfoque conductual, se puede intervenir de forma muy sencilla, sin necesidad de grandes recursos. Se trata de observar cuándo y por qué ocurre la conducta, e introducir alternativas que cumplan la misma función (calmar, enfocar, descargar).

Algunas estrategias que he aplicado:

  • Enseñar al niño a reconocer lo que siente: aburrimiento, nervios, enojo.

  • Reemplazar el lápiz por un objeto permitido: un lápiz con goma gruesa, un borrador suave o una bolita texturizada.

  • Proponer respiraciones profundas cada vez que sienta tensión.

  • Crear juntos una lista de “cosas que puedo hacer cuando estoy nervioso”.


6. Estrategias sensoriales y emocionales para el aula

Los docentes pueden aplicar soluciones simples, sin modificar demasiado su rutina. Algunas ideas:

  • Caja de objetos sensoriales: lápices con textura, borradores grandes, pelotas blandas pequeñas.

  • Momentos de pausa activa: estiramientos, movimientos guiados de 1 minuto.

  • Carteles con emociones para que los niños identifiquen cómo se sienten sin tener que explicarlo verbalmente.

  • Anticipar tareas nuevas o desafiantes: dar tiempo al niño para prepararse mentalmente ayuda a prevenir ansiedad.

Una maestra me contó que permitió a un alumno usar un lápiz con cubierta de goma especial, en vez de prohibirle morder. Le pidió que lo usara solo en tareas escritas, y él lo aceptó con entusiasmo. A los pocos días, la conducta se volvió más controlada.


7. ¿Qué pueden hacer padres y docentes ante esta situación?

Padres:

  • Observa en qué momentos ocurre la conducta: ¿antes de salir? ¿al hacer tareas?

  • Evita regañar o prohibir: mejor ofrecer una alternativa.

  • Prueba con objetos seguros para casa: pelotas blandas, cuerdas de silicona, fidgets suaves.

  • Crea espacios de calma: una manta suave, una linterna, libros de pintar.

Docentes:

  • Identifica momentos de tensión y permite pequeñas pausas.

  • Ten a mano materiales que puedan manipular sin molestar a otros.

  • Evita llamar la atención frente al grupo por esta conducta.

  • Habla con el niño en privado: “Veo que estás masticando el lápiz, ¿te ayuda a concentrarte?”


 Recomendaciones prácticas

Para padres:

  • No reacciones desde el castigo, sino desde la observación: “¿Qué puede estar necesitando?”

  • Ofrece opciones concretas para morder que no dañen (mordedores, lápices especiales).

  • Introduce una rutina nocturna relajante si notas ansiedad anticipatoria escolar.

  • Valida sus emociones: “Sé que a veces la escuela puede ponerte nervioso”.

Para docentes:

  • Ten opciones sensoriales accesibles en el aula (sin que generen distracción).

  • No prohíbas de entrada la conducta: observa si cumple una función reguladora.

  • Crea rutinas predecibles y refuerza lo positivo (“Veo que hoy estuviste muy tranquilo en clase, ¡bien hecho!”).

  • Mantén una comunicación clara con los padres sobre lo que observas en clase.


 

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